Fábula Poética de Lila, la Tortuga Serena

El lenguaje crea mundos

Lila avanzaba despacio por el bosque, como cada mañana. Le gustaba escuchar cómo el día despertaba: el murmullo del viento entre las ramas, el roce suave de las hojas, el río contando algo que parecía antiguo y nuevo a la vez. A veces pensaba que el bosque hablaba un idioma secreto, uno que no usaba la boca, sino la intención. Quizá —se decía— las palabras no eran solo sonidos, sino caminos.

Mientras caminaba, escuchó a dos ciervos discutir. Sus voces eran cortas, tensas, como ramas secas chocando entre sí. Lila se detuvo. Un ciervo habló con dureza; el otro respondió con la misma fuerza. El aire se volvió denso, como si el bosque contuviera la respiración.

Entonces, sin pensarlo, Lila dio un paso y dijo con voz suave:

—Quizá no queréis heriros. Quizá solo queréis ser comprendidos.

El silencio se extendió como un lago tranquilo.

Los ciervos bajaron la mirada.

—Solo quería que me escucharas —murmuró uno.

—No sabía cómo decirlo sin enfadarme —dijo el otro.

Lila entendió algo valioso: las palabras eran como piedras lanzadas al agua. Podían provocar ondas que viajaban mucho más lejos de lo que imaginamos.

Esa noche, junto al río, habló en voz baja: palabras de cariño, de gratitud, de calma. No buscaba cambiar nada. Solo deseaba que su voz dejara huellas suaves en el mundo.

El agua brilló un instante, como si respondiera.

Y la tortuga comprendió: lo que decimos también construye senderos, puentes, refugios. Todo comienza en una palabra.

Moraleja: Cada palabra que eliges abre un mundo.... o lo cierra.

Preguntas para reflexionar

¿Qué descubrió Lila al observar cómo hablaban los ciervos?

¿Por qué el ambiente cambió cuando ella habló con calma?

¿Qué efecto pueden tener nuestras palabras en otros?

¿Qué quiso conseguir Lila al hablarle al río?

¿Qué mundo estás construyendo tú con tus palabras?

TrIstÁn