'El Guardián Del Bosque’
CUENTO
Tristán
3/18/20244 min read
En un valle remoto, donde los ríos cantaban melodías cristalinas y las montañas susurraban cuentos al amanecer, se extendía el enigmático Bosque de Piedra. Allí, los árboles parecían esculpidos en roca, y las flores resplandecían como pequeños tesoros encantados. Un guardián místico, hecho de piedra y musgo, con ojos verdes como el corazón de la tierra, velaba por la paz del lugar.
“El Guardián del Bosque"
-FIN-
Ana irradiaba ternura y cuidaba de las criaturas diminutas; Leo, curioso y atento, afinaba el oído para descubrir los secretos del viento. Cada uno brillaba a su manera, como piezas de un mismo mapa del tesoro.




Inspirados por sus palabras, los niños decidieron aprender más y llevar aquellas historias a su aldea.
—¡Queremos ser guardianes del bosque! —gritaron al unísono, con entusiasmo.
—Eso es maravilloso. Recuerden: el mayor secreto es vivir en armonía con la naturaleza. Solo así la magia perdurará.
El Guardián les enseñó a escuchar la risa del viento y los secretos escondidos en las gotas del agua. Las tres amigas (sí, Leo también era amiga del bosque) exploraban juntas, observando plantas y animales, descubriendo el valor único de cada uno. Marta dibujaba los paisajes encantados; Leo traducía los susurros del bosque; Ana inventaba cuentos sobre las criaturas que encontraban.
—Cada sonido es un recuerdo feliz —dijo el Guardián—. Escuchar es aprender a sonreír con la naturaleza.


Marta, una niña valiente de cabello dorado y ojos chispeantes, guiaba a sus amigos, Ana y Leo, en mágicas expediciones por el bosque. Marta, siempre con su cuaderno en mano, anotaba cada descubrimiento.


¿Cómo imaginas al guardián?




De regreso en la aldea, compartieron sus aventuras con otros niños y niñas, convirtiéndose en pequeños embajadores del bosque. Enseñaban a escuchar, a respetar, a cuidar.
Desde lo alto de una colina, el Guardián los observaba. Y sonrió.
Porque sabía que, gracias a esos nuevos guardianes, la esencia del Bosque de Piedra seguiría viva.


El Guardián se acercó a ellos y les dijo: —Igual que nosotros cuidamos del bosque, él cuida de nosotros. Cada criatura, cada planta, tiene su lugar y su historia.
Inspirados por sus palabras, los tres amigos se miraron con determinación y dijeron al unísono: —¡Queremos ser guardianes del bosque!
—Eso es maravilloso —dijo el Guardián, sonriendo—. Recuerden siempre que el mayor secreto es vivir en armonía con la naturaleza. Solo así mantendremos la magia de este lugar.


Exploraron el bosque juntos, hasta que una mañana, descubrieron un arroyo cantarín y un árbol que parecía abrazar el cielo. Allí, en silencio, sintieron cómo el bosque les hablaba. Y ellas prometieron protegerlo. Siempre.
TrIstÁn
Los niños escuchaban con asombro mientras el Guardián continuaba:
—Fue en ese tiempo oscuro cuando aparecí, nacido del último suspiro de esperanza del bosque. Fui creado para cuidar y llenar de amor este lugar, y, poco a poco, con paciencia y dedicación, el bosque volvió a ser un lugar lleno de vida y color. Ahora, cada planta, cada criatura, tiene su hogar aquí, y juntos vivimos en armonía
Una tarde, mientras jugaban entre los árboles de piedra, una voz profunda y serena rompió el silencio del bosque. Era el Guardián.
—Hola, jóvenes aventureros. ¿Queréis jugar y descubrir los secretos del bosque? —preguntó con una sonrisa que crujía como ramas antiguas.
—¡Sí, por favor, cuéntanos! —respondió Marta, con los ojos brillando de emoción.
—Este lugar está lleno de magia —empezó el Guardián—. Siempre ha sido un refugio para las criaturas del bosque. Nuestra unión y cuidado mutuo nos protegen. Hace mucho tiempo, este bosque fue el jardín de un castillo lleno de risas y celebraciones.
Mientras hablaba, los niños acariciaban las piedras y veían aparecer imágenes vivas de lo que él les narraba: animales en armonía, árboles que danzaban al ritmo del viento, y una antigua felicidad que aún latía entre los senderos.
—Igual que nosotros cuidamos del bosque, él cuida de nosotros. Cada criatura, cada planta, tiene su lugar, su historia —continuó el Guardián.
